martes, 28 de agosto de 2012

En solo 10 años podemos mejorar sustancialmente nuestro planeta



por Pablo Gris
Director de Ambiente de la Ciudad Río Ceballos (2010-2011)
Presidente APTAC (2006-2007)


Pareciera que cuanto más recordamos y protegemos a los árboles y a los bosques, mayor es la presencia de deforestación y destrucción de nuestro patrimonio natural y cultural.
Claro, a toda acción se le opone “de manera natural” una reacción que tiende a compensar el esfuerzo de quienes deseamos proteger nuestro entorno.





Siempre repetimos que no se trata de eliminar las actividades comerciales, extractivas o de aprovechamiento de nuestros recursos. Se trata de hacerlo de una manera SUSTENTABLE y que a la vez sea SOSTENIBLE en el tiempo, garantizando la calidad y cantidad del recurso explotado.

También, y de manera indiscutible, es necesaria la preservación de la cultura de los pueblos originarios, la cual debe ser sin dudas elemento de desarrollo local bajo los parámetros cosmogónicos de tales pueblos.
Asimismo deben cuidarse, mantenerse y VALORARSE los elementos arqueológicos, patrimonio histórico y cultural de todos.

Hace unos meses estuve en un sector del sur de la provincia de Salta, donde visualizamos un importante desmonte y movimiento de tierra, con la finalidad de la implementación de “vides de altura” y “vides orgánicas” por parte de los “nuevos propietarios de la tierra”.
Pude observar muchas hectáreas totalmente arrasadas por las grandes topadoras que destruían (y lo siguen haciendo) el bosque nativo que se encontraba en excelente estado de conservación.

Nos pusimos en contacto con la comunidad originaria (verdadera “propietaria” de las tierras), la cual muy sumisamente era dividida en dos sectores opuestos: una comprada por baratijas que aceptaba a los nuevos patrones y su estilo de vida, y la otra que buscaba de todas maneras preservar su tierra, sus bosques, su agua y principalmente su identidad cultural.
Estuvimos un día recorriendo la zona, repleta de restos arqueológicos: morteros, conanas, restos de alfarería por doquier, instrumentos líticos, arte rupestre (petroglifos) y una gran cantidad de restos habitacionales que sin duda indicaban una importante presencia humana en la región, presencia que disminuye abruptamente por los nuevos paradigmas impuestos desde la sociedad moderna.

Es hora de respetar la visión de quienes se sienten parte de la naturaleza, de quienes nos sentimos parte de esa Pacha que maltratamos desde la perspectiva  de asignar un valor económico a cada cosa de nuestro planeta, sea natural o creada por el hombre.


Los árboles (como todo elemento natural), nos brindan los denominados “servicios ambientales”. Por este motivo, podemos afirmar que un árbol tiene mucho mayor valor económico vivo y en su lugar de origen, que muerto y convertido en madera o chips.
Al menos para quienes buscan el bien común por sobre los intereses particulares.

Hoy, no solo nuestros bosques de altura están en grave peligro (pese a ser declarados intangibles por Ley Nacional), sino que las llanuras y piedemontes se ven afectados por el avance de la frontera agrícola, ocasionando la pérdida física de suelos y su contaminación por aportes de agentes agroquímicos y de residuos de todo tipo.


En tanto en las cabeceras de cuencas (ubicadas en los sectores más altos de nuestras serranías), la disminución de los bosques propició una debilidad manifiesta en la estrecha capa de suelo, observándose su pérdida por erosión y la formación y avance de las cárcavas hacia las cumbres.

Todo esto atenta de manera directa con la “fuente productora de agua”, poniendo en peligro la generación de las reservas de agua dulce que necesitamos para vivir.

Si hoy tomásemos la decisión de plantar y cuidar un árbol (cualquiera, aunque mejor si es autóctono), lograríamos ciudades verdes en menos de 10 años, con una gran cantidad de beneficios para todos.


Si solo donásemos un día de nuestra vida para colaborar con las tantas personas e instituciones que plantan árboles en los campos y en las cabeceras de cuencas, lograríamos en poco tiempo un espacio más natural y más ambientalmente sano.

Hagamos un regalo a nuestros hijos. Hagamos un regalo para nosotros mismos y plantemos un árbol.